Procede del iconostasio del monasterio Kirillo-Belozersky. Llegó al Museo Ruso en 1934.

La composición del parteluz del icono surgió bajo la influencia de textos litúrgicos e himnográficos en los que se encuentran símbolos alegóricos proféticos del Antiguo Testamento. Mediante el lenguaje poético de los cantos, a la Madre de Dios se la denomina con epítetos simbólicos.
Sentada en su trono, María se encuentra rodeada de once figuras de profetas que extienden a la Virgen pergaminos en rollos con textos sobre sus profecías y que están dedicados al milagro de la concepción de Cristo. También se observan símbolos con los que ella se compara en dichos textos: Avvakum se representa junto con la montaña «prioseniónnaia»; Ezekiel, con puertas cerradas; Jeremías, con las tablas de piedra del Testamento; Jacob, con la escalera del divino ascenso; Aarón, con una vara florecida; Gedeón, con vellón; Moisés, con una zarza en llamas; Daniel, con una montaña; David, con el arca de Noé; e Isaías, con unas tenazas. Abajo se ve a Valaam genuflexo y un hechicero mesopotámico señalando a una estrella. En todas las imágenes de símbolos alegóricos se observan medallones azules claros con la representación de la Virgen. Los profetas la glorifican con diferentes calificativos. La figura de Emmanuel que hay debajo de ella simboliza a Cristo. Las ramas que rodean a la Virgen y al Santísimo recuerdan al Árbol de Jesé (Is. 11: 1) y corresponden a numerosas comparaciones poéticas de Cristo con el Árbol de la Vida y de la Virgen María con las ramas de una vid o con un paraíso floreciente. El Árbol de Jesé simbolizaba la unidad del Nuevo y el Viejo Testamento; y la glorificación de la Santa Virgen, «la mediadora de la ley de la gracia de Dios [...] a la más clara ejecución de cualquier profecía» dejaba ver el dogma básico de la Iglesia del Nuevo Testamento sobre el Dios que se convirtió en hombre.
Rodeando la imagen central, se ilustra el festivo himno en honor a la Santísima Virgen María en 24 figuras. Dicho himno se canta durante la misa del sábado la quinta semana de la Gran Cuaresma. Se considera que Romano el Mélodo es su autor. Las primeras 12 escenas reproducen acontecimientos tradicionalmente evangélicos, subsecuentemente escritos como la letra del himno.