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Brocado, galón
131 х 215
Museo Estatal de Arte Ruso. San Petersburgo
Пост.: 1938 из ГЭ
Chaqueta de mujer
Comienzos del siglo XIX
Brocado, galón, flecos. 54 × 178 cm
Tocado de mujer
Finales del siglo XVIII - principios del siglo XIX
Terciopelo, hilos de oro, nácar, abalorios, costura, enhebrado. 18 × 14 × 12 cm
Los trajes populares rusos siempre atrajeron a los artistas por su brillo y originalidad. Los elementos que componen los ricos atuendos festivos eran prácticamente idénticos en todo el territorio del Zarato Ruso y luego del Imperio Ruso. Hasta Pedro I eran frecuentes sobre todo en los ambientes boyardos y principescos; en épocas posteriores, su uso se extendió entre las capas campesinas acomodadas y la población de las ciudades.
El elemento principal del traje, el que permite identificar de qué región es su portadora, era el kokóshnik, un tocado de fiesta femenino. Estos adornos eran llevados tanto por las campesinas, como por las habitantes de las ciudades y las mujeres de los mercaderes. Los tocados verticales (cuadro de Karl Wenig, Muchacha rusa) eran característicos de la provincia de Kostromá.
Estaban finamente adornados con cintas de seda plisadas y flecos de oro. En la parte superior de los kokóshniks de Kostromá las cintas fruncidas se despliegan en forma de abanico. En la provincia de Tver (cuadro de Alekséi Korzujin, Fiesta en honor a la novia la víspera de la boda), llevaban un kika cilíndrico con la parte superior plana, bordados de oro y perlas.
El sarafán, una indumentaria que se empleaba tanto en la vida cotidiana como en los días festivos, era una túnica femenina larga y trapezoidal. Desde los tiempos de Pedro I, el sarafán tradicional ruso pasó a considerarse ropa típica de gente sencilla y de las hijas de los mercaderes. Estas túnicas no volvieron a ponerse de moda en la corte hasta los inicios del reinado de Catalina II. Los acabados de esta prenda —botones afiligranados, galones de oro, cintas de seda— hacían de ella una pieza realmente preciosa. Por los ornamentos del traje y sus botones, se podía deducir la riqueza de la familia.
Los atavíos femeninos de fiesta a menudo se completaban con un shugái, una suerte de chaqueta con mangas largas de cuello grande o sin él. Esta prenda era festiva y se cosía con materiales caros: damasco, terciopelo, brocado. Para los acabados, empleaban cintas de seda, galones y pasamanería con flecos.
Entre finales del siglo XVIII y mediados del XIX el complemento de ropa distintivo entre las mujeres de condición humilde era el velo para la cabeza, la fatá, que, dependiendo de la posición económica de su portadora, podía ser de tela tanto barata como cara y cosida con hilo de oro.