Segundo cuarto del siglo XVIII, al estilo de Louis Caravaque.
Hija del zar Iván V Alekséievich y sobrina de Pedro el Grande, en 1710 Ana Ioánovna contrajo matrimonio con el duque de Curlandia. El Consejo Privado Supremo, integrado por representantes cultos de la alta nobleza, le ofreció el trono a condición de que salvaguardara el poder que ostentaba el Consejo. En 1730 la proclamaron emperatriz. Tras ganarse el apoyo de la Guardia, rescindió las condiciones impuestas por el Consejo y se convirtió en una dirigente autócrata. Su política exterior e interior fue continuista respecto a las ideas de Pedro el Grande. Devolvió la capitalidad a San Petersburgo y, en 1730, fundó la Cancillería de Pesquisas Secretas que no tardó en erigirse en una poderosa fuerza capaz de sembrar miedo entre sus súbditos. La emperatriz se rodeó de extranjeros. El duque de Curlandia Ernst Johann von Biron, su favorito, constituyó, para los historiadores, el símbolo de la influencia desmesurada de los alemanes en la política rusa. Ana Ioánovna pasó a la historia por su peculiar afición a las burlas y diversiones brutales. A pesar de su aparente piedad, tenía un carácter cruel.